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da; se sentó sobre un banco y se preparó a la felicidad, pues el final de la carta la convenció de que no contenía repulsa.

«Calle de la Iglesia de la Merced, 6 septiembre.»

»Mi querida sobrina: Acabo de recibir tu carta y voy a dedicar toda la mañana a contestarla, pues pienso que poca escritura no podrá abarcar lo que tengo que comunicarte. He de confesarme sorprendida por tu pregunta: no la esperaba de ti. No te incomodes, pues sólo deseo hacerte saber que no imaginaba que semejantes indagaciones fuesen precisas por tu padre. Si no quieres entenderme, perdona mi impertinencia. Tu tío está tan sorprendido como yo, y sólo la creencia de que eras parte interesada le habría permitido obrar como lo ha hecho. Mas por si en realidad eres inocente o ignorante, habré de ser más explícita.

»El mismo día de mi llegada a casa desde Longbourn tu tío había tenido una visita muy inesperada. El señor Darcy vino y estuvo encerrado con él varias horas. Todo estaba arreglado cuando yo llegué; así que mi curiosidad no se vió tan horriblemente atormentada como la tuya parece estarlo. Vino a decir a Gardiner que había descubierto dónde se encontraban Wickham y tu hermana, y que los había visto y hablado a los dos: a Wickham, repetidas veces; a tu hermana, sólo una. Por lo que puedo colegir, él abandonó el condado de