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ese vínculo. Cierto que él había hecho mucho, y avergonzada se veía ella de lo mucho que era; pero había dado una razón para su intervención, la cual no exigía extraordinario esfuerzo para ser creída. Era razonable pensar que él se hubiera creído equivocado; era liberal, y poseía los medios de practicar la liberalidad; y aun sin tenerse ella por su principal móvil, cabía pensar acaso que cierto interés por ella que le quedase le habría aguijoneado a hacer esas inquisiciones en un asunto que tocaba sin embargo a la paz de su espíritu. Era penoso, extraordinariamente penoso, quedar obligados a una persona que jamás podría recibir el pago. Debían la salvación de Lydia, su reputación, todo a él. ¡Oh! ¡Cuán profundamente le entristecían todos los sentimientos ingratos que siempre había alimentado por él, todas las palabras insolentes que le dirigiera! Estaba avergonzada de sí misma, pero orgullosa de él: orgullosa, porque en un asunto de compasión y de honra no había podido quedar mejor. Leyó una y otra vez el elogio que de él hacía su tía; y aunque no lo encontraba suficiente, le agradó. Sentía placer, aunque mezclado con pena, al ver cuánta seguridad abrigaban ambos, su tío y su tía, de que subsistía afecto y confianza entre Darcy y ella.

Levantóse de su asiento y salió de su meditación al notar que alguien se aproximaba; y antes de que pudiera llegar a otro sendero fué sorprendida por Wickham.

—Temo interrumpir tu solitario paseo, querida hermana—díjole en cuanto se le unió.