Página:Orgullo y prejuicio - Tomo II (1924).pdf/187

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
185
 

se poco después al observar cómo la belleza de su hermana volvía a excitar la admiración de su anterior enamorado. Al entrar no le había éste hablado sino poco; pero a cada cinco minutos parecía prestarle más atención. Encontrábala tan bella como el año anterior, de tan buen natural, y tan sensible, aunque no tan decidor. Juana ansiaba que de ninguna suerte se le notase variación, y estaba creída de que hablaba tanto como siempre; pero su mente se hallaba tan ocupada que no siempre se percataba de su silencio.

Al levantarse los caballeros para marcharse, la señora de Bennet no descuidó su proyectada amabilidad, y así, aquéllos fueron invitados, con aceptación por su parte, a comer en Longbourn pasados pocos días.

—Me debe usted una visita, señor Bingley—añadió—, pues cuando partió usted a la capital el invierno último me prometió comer en familia con nosotros en cuanto regresase. Ya ve usted que no lo he olvidado, y le aseguro que me tenía muy descontenta el que no hubiera usted vuelto y aceptado.

Bingley pareció desconcertarse un poco con esa reflexión, y expresó algo sobre su sentimiento por haberse visto impedido de hacer aquello por causa de sus negocios. Los dos se marcharon.

La señora de Bennet había estado fuertemente tentada a convidarlos a comer aquel mismo día; mas, aun teniendo siempre buena mesa, no creía que dos platos fueran de ningún modo bastantes