Página:Orgullo y prejuicio - Tomo II (1924).pdf/200

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
198
 

Fué aquélla una velada de inusitada ventura para todos. La satisfacción interior de Juana prestaba a su rostro una brillantez y una tan dulce animación que le hacían aparecer más hermosa que nunca. Sonreíase Catalina, esperando que su turno le llegaría pronto. La señora de Bennet no pudo dar su consentimiento ni expresar su aprobación en términos tan calurosos que satisficieran a sus sentimientos, aun no hablando a Bingley sino de eso durante media hora, y cuando el señor Bennet se les unió para cenar, su voz y su porte delataban con claridad su satisfacción.

Pero ni una palabra salió de sus labios que aludiese a eso hasta que su visitante se despidió, si bien tan pronto como éste se fué volvióse a su hija y le dijo:

—Te felicito, Juana. Serás una mujer muy dichosa.

Juana corrió hacia él al instante, le besó y le dió las gracias por su bondad.

—Eres una buena muchacha—añadió—y me satisface en extremo pensar que vas a estar tan felizmente colocada. No dudo de que os vaya bien juntos. Vuestros caracteres no tienen nada de opuestos. Cada uno de vosotros es tan condescendiente, que nada resolveréis; tan sencillo, que cualquier criado os engañará, y tan generoso, que siempre sobrepasaréis vuestros ingresos.

—No espero esto último: la imprudencia o falta de seso en cuestiones de dinero sería imperdonable en mi.