Página:Orgullo y prejuicio - Tomo II (1924).pdf/203

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
201
 

—Se equivocó un poquito, es verdad; pero eso acredita su modestia.

Esto, naturalmente, dió pie para un elogio de Juana a la desconfianza de su novio y al escaso valor que él asignaba a sus buenas cualidades.

A Isabel le agradó que no había traicionado a su amigo hablando de la intromisión de éste, porque, aun poseyendo Juana el más generoso y perdonador corazón del mundo, conocía que era ésa una cosa que podía indisponerle con él.

—Soy ciertamente la más afortunada criatura que ha existido—exclamó Juana—. ¡Oh Isabel, cómo me singularizo así en mi familia resultando venturosa sobre todos! ¡Si por lo menos pudiera verte a ti tan feliz! ¡Si hubiera otro hombre así para ti!

—Aunque me dieras cuarenta así no sería nunca tan feliz como tú. Mientras no posea tu carácter no podré tener tanta dicha. No, no; déjame como soy; y quizá, si tengo buena suerte, me encuentre con el tiempo con otro Collins.

El estado de los asuntos de la familia de Longbourn no podía ser un secreto. La señora de Bennet tuvo el privilegio de comunicarlo a la de Philips, y ésta se aventuró sin previo permiso a hacer lo propio en casa de todos los vecinos de Meryton.

Los Bennet fueron pronto declarados la familia de más suerte del mundo, aunque sólo pocas semanas antes, cuando la fuga de Lydia, se los hubiera tenido por desgraciados.