Página:Orgullo y prejuicio - Tomo II (1924).pdf/223

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
221
 

Catalina deseaba ver a María; y como Isabel vió que eso no podía interesar a los demás, cuando Catalina se alejó continuó audazmente sola con Darcy. Llegó entonces el momento de poner en práctica su resolución, y provista de ánimo, dijo a aquél inmediatamente:

—Señor Darcy, soy una criatura muy egoísta, y por tratar de aliviar mis sentimientos no me cuido de cuánto he podido herir los de usted. No puedo evitar por más tiempo el agradecer a usted su bondad sin ejemplo para con mi pobre hermana. Desde que la supe me he visto muy ansiosa de hacer presente a usted la gratitud que siento por ella. Si el hecho fuera conocido por el resto de mi familia no habría yo de expresar a usted meramente la gratitud mía.

—Siento, siento muchísimo—contestó Darcy en tono de sorpresa y de emoción—que haya sido usted informada de lo que, erróneamente interpretado, pudiera proporcionar a usted alguna inquietud. No pensaba que la señora de Gardiner fuese tan poco de fiar.

—No censure usted a mi tía. La falta de discurso de Lydia me hizo saber a mí primeramente lo que usted se había interesado en el asunto; y como es natural, no pude sosegar hasta conocer los detalles. Permítame usted que le agradezca de nuevo una y mil veces, en nombre de toda mi familia, la generosa compasión que indujo a usted a tomarse tanta pena y a sufrir tantas mortificaciones para descubrirlos.