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—Si me lo agradece usted—replicó él—, que sea sólo por usted. No he de negar que el deseo de proporcionar a usted una dicha pudo añadir fuerza a las otras razones que me impulsaron a ello; pero su familia de usted no me debe nada. Aun respetándolos mucho, yo no pensé sino en usted.

Isabel estaba sobrado embarazada para decir palabra. Tras una corta pausa, su compañero añadió:

—Es usted demasiado generosa para bromear conmigo. Si sus sentimientos de usted son aún los mismos que en abril pasado, dígamelo usted de una vez. Mi afecto y mis anhelos no han variado; mas una palabra de usted me hará callar en ese punto para siempre.

Isabel, consciente de lo terrible y ansioso de su situación, esforzóse entonces en hablar, y al punto, aunque no con rapidez, dióle a entender que sus sentimientos habían experimentado cambio tan absoluto desde el período a que se refería que le hacían recibir con gratitud y placer sus actuales aseveraciones. El estado de felicidad que semejante contestación proporcionó a Darcy fué tal como probablemente jamás lo había disfrutado, y se expresó en esta ocasión con todo el sentimiento y el calor que cabe suponer en un hombre violentamente enamorado. Si Isabel hubiera sido capaz de contemplar su mirada habría podido ver cuán bien se retrataba en su rostro la expresión de la delicia que experimentaba su corazón; pero si no le pudo mirar, le pudo escuchar, y él entonces le reveló sentimientos que, al demostrarle el interés que tenía