Página:Orgullo y prejuicio - Tomo II (1924).pdf/225

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
223
 

por ella, hiciéronle por momentos más valioso su afecto.

Siguieron paseando sin cuidarse de la dirección que llevaban; había demasiado que pensar y que sentir y que decir para atender a nada más. Pronto supo ella que debían su actual avenencia a los afanes de la tía de él, la cual había visitado a su sobrino a su regreso por Londres y habíale contado su ida a Longbourn y lo substancial de su conversación con Isabel, insistiendo con énfasis en cuantas expresiones denotaban, en especial a juicio de Su Señoría, la perversidad y descaro de aquélla, en la creencia de que semejante relato le serviría de ayuda en su empresa de obtener del sobrino la promesa que ella había rehusado dar. Mas, para desgracia de Su Señoría, el efecto había sido en absoluto contrario.

—Eso me hizo conocer—dijo él—lo que antes apenas me habría atrevido a esperar. Conocía lo suficiente su modo de ser de usted para saber que, de estar absoluta e irrevocablemente decidida en contra mía, lo habría hecho saber a lady Catalina con claridad y franqueza.

Isabel se sonrojó y rióse mientras contestaba:

—Sí, conocía usted suficientemente mi franqueza para creerme capaz de eso. Después de rechazarle a usted tan abominablemente cara a cara no podía tener escrúpulo en manifestar lo propio a todos sus parientes.

—¿Qué me dijo usted que no mereciese? Porque aunque sus acusaciones estaban mal fundadas, mi