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manecería en su sitio; mas huyendo no obstante del baile de Netherfield en la misma semana siguiente. También recordaba que hasta haber abandonado el campo la familia de Netherfield no había él referido su historia sino a ella, mientras que tras la marcha de aquélla habíase hablado de semejante historia por doquiera, que ya en esta ocasión no usaba reservas ni escrúpulos en rebajar el carácter de Darcy, por más que con anterioridad le asegurara que el respeto al padre le vedaría siempre dar a conocer al hijo.

¡Cuán diferente le parecía ahora todo cuanto se refería a él! Sus atenciones a la señorita de King semejaban ahora consecuencia de miras pura y odiosamente interesadas, y la mediocridad de fortuna que ella propia poseía ya no aparecía como prueba de la moderación de sus deseos, sino de su viveza para pescar algo. Su proceder con ella no podía haber tenido motivo aceptable: o se había engañado en cuanto a su fortuna o había tratado de lisonjear su propia vanidad alimentando la preferencia que ella le mostrara incontinenti. Todo esfuerzo en su favor se debilitaba más y más; y, como mayor justificación de Darcy, no pudo menos de conceder que Bingley, al ser interrogado por Juana, había testimoniado hacía ya tiempo la inocencia de aquél en ese asunto; que por más orgulloso y repulsivo que fuera, nunca, en todo el curso de su relación con él—relación que últimamente los había tenido juntos mucho, proporcionándole a ella cierta intimidad con su modo