Página:Orgullo y prejuicio - Tomo II (1924).pdf/24

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
22
 

de ser—, jamás había visto nada que le delatase como falto de principios ni como injusto, nada que le mostrara irreligioso o de hábitos inmorales; que entre sus propias relaciones era apreciado y querido; que hasta Wickham le había reconocido méritos como hermano, y ella misma le había oído hablar a menudo de su hermana con afecto tal que probaba ser él capaz de algún sentimiento tierno; que si sus acciones hubieran sido como Wickham las pintaba, violación tan grande de todos los derechos con dificultad se habría ocultado a todo el mundo; y que la amistad entre una persona capaz de eso y hombre tan amable como Bingley era incomprensible.

Llegó a avergonzarse por completo de sí misma. Ni en Darcy ni en Wickham podía pensar sin reconocer que había estado ciega, parcial, absurda y llena de prejuicios.

«Con qué bajeza he obrado —exclamó—, yo que me enorgullecía de mi discernimiento! ¡Yo que me preciaba de mi talento, que tantas veces he desdeñado el generoso candor de mi hermana y halagado mi vanidad con recelos inútiles o censurables! ¡Qué humillante es este descubrimiento!; pero ¡cuán merecida es esta humillación! Si me hubiera hallado enamorada no habría podido estar más desdichadamente ciega. Pero la vanidad, no el amor, ha sido mi locura. Complacida con la preferencia del uno y ofendida por el desprecio del otro, me he dado desde el principio de nuestra relación a la presunción y a la ignorancia, huyendo