Página:Orgullo y prejuicio - Tomo II (1924).pdf/233

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
231
 

bía que era feliz que se sentía como tal; porque además del aturdimiento por lo que va explicado, presentábanse otros temores ante ella. Preveía lo que había de suceder en la familia al conocerse su situación; érale notorio que a ninguno gustaba Darcy fuera de Juana, y hasta creía que a los demás les causaba tanto disgusto que ni su fortuna ni su significación lo podrían borrar.

Por la noche abrió a Juana su corazón, y aunque hasta la duda estaba muy lejos de los hábitos ordinarios de ésta, en el caso actual resultó incrédula por completo.

—¡Te estás burlando, Isabel; eso no puede ser! ¡Arreglada con el señor Darcy! No, no; no me engañarás; sé que eso es imposible.

—¡Mal comienzo es ése en verdad! Mi única confianza estaba en ti, pues estoy segura de que nadie más me creerá si tú no me crees. No digo sino la verdad. El me ama todavía y estamos arreglados.

Juana la miró con duda.

—Isabel, no puede ser; sé lo mucho que te desagrada.

—Tú no sabes nada de este asunto. Todo eso que dices es para olvidarse. Acaso no le haya amado siempre tanto como ahora; pero en casos así es imperdonable una buena memoria. Esta es la última vez que yo misma lo recordaré.

Juana mirábala todavía como asombrada. Isabel, de nuevo y más en serio, le aseguró de su verdad.

—¡Dios mío! ¿Es de veras posible? Mas ahora