Página:Orgullo y prejuicio - Tomo II (1924).pdf/25

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
23
 

de la razón cuando se trataba de cualquiera de ambos. Hasta este momento no me he conocido.»

De sí misma a Juana, de Juana a Bingley, sus pensamientos recorrían un camino que pronto condujo a recordarle que la explicación del asunto de aquéllos por Darcy le había parecido muy insuficiente, y la leyó de nuevo. Muy diverso fué el efecto de esta segunda lectura. ¿Cómo podía negar crédito a sus aseveraciones en uno de los puntos si se había visto forzada a concedérselo en el otro? Declaraba Darcy haber sospechado siempre que su hermana no estaba interesada, y no podía Isabel menos de recordar cuál había sido siempre la opinión de Carlota. Ni podía tampoco negar exactitud a su descripción de Juana; sabía que los sentimientos de ésta, aunque fervientes, habían sido poco exteriorizados y que denotaban siempre complacencia en aire y maneras, cosa no a menudo unida con gran sensibilidad.

Cuando llegó a la parte de la carta en que se mencionaba a su familia en términos tan mortificantes y hasta censurables, su sentimiento de vergüenza fué intenso. La justicia de los cargos le hería con sobrada fuerza para negar, y las circunstancias a que él aludía en particular como ocurridas en el baile de Netherfield, y que explicaban la desaprobación, no pudieron haber producido en él mayor impresión que en ella.

El cumplido dirigido a ella y a su hermana no le pasó inadvertido. Lisonjeóle, mas sin poder consolarla, por el desprecio que del mismo se seguía