Página:Orgullo y prejuicio - Tomo II (1924).pdf/240

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
238
 

tióle marcharse, diciéndole cuando abandonaba el cuarto:

—Si algún muchacho viene por María o Catalina, envíamelo, que me encuentro por completo desocupado.

El espíritu de Isabel quedó así libre de un enorme peso, y después de media hora de tranquila reflexión en su aposento hallóse en disposición de unirse a los demás con pasadera calma. Era todo sobrado reciente para la alegría, pero la velada transcurrió con tranquilidad; nada más tenía que temer, y el bienestar del reposo y de la familiaridad vendría a su tiempo.

Cuando su madre volvió a su cuarto por la noche siguióla e hízole la importante comunicación. Su efecto fué muy extraordinario, porque al principio. la señcra de Bennet se quedó en absoluto parada al escucharla, incapaz de articular una palabra; y no fué sino tras muchcs, tras muchos minutos cuando pudo comprender lo oído, aun no siendo por lo común reacia a creer lo que se refiriese a ventajas de su familia o significase noviazgo para una de sus hijas. A la postre comenzó a recobrarse, a agitarse, levantándose y volviéndose a sentar; a admirarse y congratularse:

—¡Dios mío! ¡Dios me bendiga! ¡Oh qué cosa, querida mía! ¡El señor Darcy! ¡Quién lo habría pensado! ¡Oh mi queridísima Isabel, qué rica y qué grande vas a ser! ¡Qué bolsillo, qué joyas, qué carruajes tendrás! ¡Lo de Juana no vale nada, nada en absoluto! ¡Estoy tan contenta, soy tan feliz! ¡Qué