Página:Orgullo y prejuicio - Tomo II (1924).pdf/242

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
240
 

se afanaba por intimar con él, y aun le aseguró que cada día crecía en su estimación.

—Admiro a todes mis tres yernos—decía—. Wickham acaso sea mi favorito; pero creo que tu marido me gustará tanto como el de Juana.

CAPITULO LX

Vuelto de nuevo el ánimo de Isabel a la alegría, requirió que Darcy le contase cómo se había enamorado de ella.

—¿Cómo principiaste?—le dijo—. Comprendo que siguieras una vez que habías comenzado; pero ¿que te movió al principio?

—No puedo concretar la hora, ni el sitio, ni la mirada, ni las palabras que asentaron los fundamentos. Hace ya bastante tiempo. Lo estaba a medias sin conocer que había principiado.

—En cuanto a mi belleza, pronto se te resistió, y por lo que toca a mis modales, mi conducta para contigo lindaba por lo menos con lo descortés, no hablándote jamás sin desear ocasionarte pena más que otra cosa. Sé, pues, franco: ¿me admiraste por mi impertinencia?

—Por la viveza de tu mente.

—Puedes llamarla impertinencia desde luego: era muy poco menos que eso. El hecho es que estabas harto de cortesías, de deferencias, de atenciones. Disgustábante las mujeres que hablaban, miraban y pensaban siempre sólo para conseguir tu