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—Y yo también.

—Bien podías haberme hablado más cuando viniste a comer.

—Hubiéralo hecho cualquiera que sintiese menos que yo.

—¡Qué desgracia es que tengas siempre una contestación razonable, y que yo sea también tan razonable que la admita! ¡Pero me admira lo eterno que habría sido esto por ti! ¿Cuándo me habrías hablado si no hubiera principiado yo? Mi resolución de darte las gracias por tu bondad para con Lydia produjo buen efecto; demasiado: estoy asustada; porque ¿qué va a ser de la moral si nuestra felicidad brotó de la infracción de una promesa? Yo no debía haber mencionado ese tema; no lo haré nunca.

—No debes atormentarte: la moral quedará a salvo por completo. El injustificable proceder de lady Catalina para separarnos fué el medio de remover todas las dudas. No debo mi actual dicha a tu vehemente deseo de expresar tu gratitud; no estaba de humor de esperar que me dijeses nada: el relato de mi tía me había prestado esperanzas, y hallábame decidido a saber todo de una vez.

—Lady Catalina nos ha sido de infinita utilidad, lo cual debería hacerla feliz, ya que le gusta ser útil. Pero, díme: ¿por qué volviste a Netherfield? ¿Fué sólo para venir a Longbourn a azorarte o habías pensado en más serio resultado?

—Mi verdadero propósito era verte y ver si juzgaba que debía abrigar aún esperanzas de que