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CAPITULO XXXVII

Ambos caballeros abandonaron Rosings a la mañana siguiente, y habiendo Collins estado a la espera cerca de la portería para hacerles el saludo de despedida, pudo traer a casa la grata noticia de que parecían estar buenos y con ánimo tan regular como podía esperarse tras la melancólica escena últimamente habida en Rosings. A Rosings se apresuró a ir él, pues, para consolar a lady Catalina y a su hija, y a su regreso trajo, con gran satisfacción, un mensaje de Su Señoría relativo a que se hallaba tan triste que deseaba mucho tenerlos a todos a comer consigo.

Isabel no pudo ver a lady Catalina sin recordar que, a querer ella, habría sido presentada a la sazón a la misma como su sobrina futura, ni pensar sin sonreírse en cuál habría sido la indignación de Su Señoría. «¿Qué habría dicho? ¿Qué habría hecho?» He aquí las preguntas con que se entretuvo.

El primer tema que se tocó fué la disminución de la tertulia de Rosings.

—Aseguro a ustedes que lo siento mucho —dijo lady Catalina—; creo que nadie siente la pérdida de los amigos como yo. Pero, además, ¡soy tan especialmente afecta a esos jóvenes y los tengo por tan afectos en igual grado a mí! Estaban tristísimos al marcharse; pero así lo hacen siempre.El querido coronel tuvo regulares ánimos hasta el final; pero Darcy revelaba sentirlo muy honda-