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una semana; y como Danson no ha de negarse a ir en el pescante, quedará muy buen sitio para una de ustedes, y si el tiempo fuera fresco no habría de oponerme a llevarlas a ambas, ya que ninguna es gruesa.

—Sois todo bondad, señora; pero tenemos que seguir nuestro primitivo plan.

Lady Catalina pareció resignarse.

—Señora Collins, habrá usted de enviar una sirvienta con ellas. Ya sabe usted que siempre manifiesto mi opinión y que no puedo soportar la idea de dos jóvenes yendo solas en postas. Es cosa muy impropia; tiene usted que combinar el enviar a alguien. Lo que más me desagrada en el mundo es una cosa así. Las jóvenes deben permanecer siempre guardadas y atendidas en relación a su posición. Cuando mi sobrina Georgiana fué a Ramsgate el verano último hice hincapié en que tuviese dos criadas que fueran con ella. La señorita de Darcy, la hija del señor Darcy de Pemberley y de lady Ana, no podría presentarse decentemente de otro modo. Me fijo extraordinariamente en esas cosas. Tiene usted que enviar a John con las muchachas, señora de Collins. Me alegro de que se me haya ocurrido hacerlo presente, porque habría redundado en descrédito de usted el enviarlas solas.

—Mi tío está en enviar un criado para nosotras.

—¡Ah! ¿Su tío de usted? ¡Envía para eso un criado! ¿Lo hace? Pues celebro que tenga usted alguien que dé en eso. ¿Dónde encargará usted los caballos? ¡Oh!, a Browley, desde luego. Si menciona