Página:Orgullo y prejuicio - Tomo II (1924).pdf/30

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
28
 

usted mi nombre en «La Campana» será usted atendida.

Lady Catalina tenía otras muchas preguntas que hacer sobre el viaje, y como no las contestaba todas por sí misma, tuvo Isabel que prestarle atención; lo cual juzgó una suerte, pues de otro modo, con una cabeza tan ocupada, habría olvidado dónde se hallaba. La meditación tenía que reservarla para las horas de soledad; cuando estaba aislada dábale entrada cual si fuese su mayor descanso; y no pasó un día sin un paseo solitario en que poderse proporcionar toda la delicia de sus recuerdos tristes.

La carta de Darcy estaba en camino de sabérsela de memoria. Estudiaba cada frase, y sus sentimientos hacia su autor eran a veces sumamente diversos. Al percatarse del tono en que se le dirigía henchíase de indignación; pero cuando consideraba con cuánta injusticia le había condenado y vituperado volvía la ira contra sí misma y los sentimientos tristes de aquél eran objeto de su compasión. El afecto que él le tenía excitaba su gratitud, y su modo de ser en general, respeto, mas no podía aceptarlo, y ni por un momento se arrepintió de su repulsa ni experimentó la menor inclinación a volverlo a ver. En su propia conducta anterior hallaba fuente perenne de enojo y desagrado, y en los malhadados defectos de su familia, motivo de la mayor tristeza. No cabía remedio para ella. Su padre se contentaba con reírse de sus hermanas menores y jamás ensayaba contener el impetuoso desbordamiento de las mis-