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Y para sí añadió: «Y cuánto tendré que mantener oculto!»

El viaje se conllevó sin mucha conversación y sin ningún accidente, y a las cuatro horas de haber dejado Hunsford alcanzaron la casa de los Gardiner, donde iban a permanecer unos pocos días.

Juana parecía buena, e Isabel tuvo poca ocasión de estudiar su espíritu en medio de las numerosas invitaciones que la bondad de su tía había reservado para ellas. Pero Juana iba a ir en su compañía a Longbourn, y en este punto habr a vagar suficiente para la observación.

Entre tanto, no sin esfuerzo pudo esperar hasta Longbourn antes de contar a su hermana las proposiciones de Darcy. El saber que podía revelar lo que había de asombrar tanto a Juana, satisfaciendo al mismo tiempo su propia vanidad en cuanto no saliese de lo razonable, era tal tentación para franquearse, que nada la había vencido sino el estado de indecisión en que se hallaba sumida y lo largo de lo que tenía que contar, y además el temor de que si entraba en materia se viese precisada a repetir algo de Bingley, que sólo podría entristecer más a su hermana.

CAPITULO XXXIX

La segunda semana de mayo era cuando las tres muchachas partieron juntas de la calle de la Iglesia de la Merced para la ciudad de..., en el con-