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mucho lo que una pueda llevar este verano después que la milicia del condado haya dejado Meryton, y se va dentro de quince días.

—De veras se va?—exclamó Isabel con la mayor satisfacción.

—Van a acampar cerca de Brighton, y por eso es preciso que papá nos lleve allí a todas este verano. Sería un plan delicioso, y atrévome a afirmar que, después de todo, apenas costaría nada. Mamá, de todas suertes, querría ir también. Sólo piensa en el triste verano que de otra manera tendremos.

—Sí—dijo Isabel—, sería un proyecto delicioso en verdad y por completo adecuado a nosotras. ¡Cielos! ¡Brighton y un campamento de soldados para nosotras, que hemos quedado ya trastornadas con un mísero regimiento de milicia y con los bailes mensuales de Meryton!

—Tengo algunas noticias para vosotras—dijo Lydia en cuanto se sentaron a la mesa—. ¿Qué es lo que creéis? Se trata de algo nuevo en absoluto, de noticia importantísima y relativa a cierta persona que a todas nos gusta.

Juana e Isabel se miraron, y se le dijo al criado que no se le necesitaba. Lydia rióse y dijo:

—¡Ah!, eso es muy propio de vuestra formalidad y discreción. ¿Pensáis que el criado no ha de escuchar si quiere? Me atrevo a apostar que oye con frecuencia peores cosas de las que os voy a comunicar. Pero es muy feo; me alegro de que se haya ido; jamás he visto una barba tan larga. Bien; pues ahora, a mis noticias; se refieren a nuestro caro