Página:Orgullo y prejuicio - Tomo II (1924).pdf/47

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
45
 

de la gente por no haberlo conocido antes. Por ahora nada diré de eso.

—Tienes mucha razón. El publicar sus yerros podría arruinarle para siempre. Acaso se arrepienta ahora de lo que hizo y ansie reivindicar su buena fama. No debemos hacer que se desespere.

El tumulto de la mente de Isabel se apaciguó con este coloquio. Habíase descargado de uno de los dos secretos que habían pesado sobre ella durante quince días, y estaba segura de encontrar en Juana quien la escuchase de grado cuando quisiese hablar algo sobre ello. Mas ocultaba todavía algo que la prudencia vedaba descubrir. No osaba revelar a su hermana la otra mitad de la carta ni decirle con cuánta sinceridad había sido amada por su amigo. Era ése un conocimiento suyo que con nadie podía compartir, y sabía que sólo un completo acuerdo entre las partes podría justificar que se descargase ella de ese último secreto. Y aun entonces—se decía—sólo podría contar lo que Bingley mismo le podría manifestar de modo más grato. ¡La libertad de comunicar ese secreto no puedo obtenerla sino hasta que haya perdido todo su valor!

Por entonces, encontrándose fija en casa, hallábase en situación de observar el verdadero estado de ánimo de su hermana. Juana no era feliz; conservaba todavía muy tierno afecto hacia Bingley. No habiéndose juzgado jamás antes enamorada, su afecto poseía todo el fuego de un amor primero, y, por su edad y su modo de ser, aun con mayor