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del mismo en que por más tiempo que hubiera pasado sin prodigarle sus atenciones, y cualquiera que hubiera sido la causa de interrumpirlas, satisfaría la vanidad de ella y hallaría asegurada su preferencia por él en toda ocasión con sólo renovar aquéllas.

El último día mismo de la permanencia del regimiento en Meryton comió Wickham con otros oficiales en Lougbourn; y se encontraba Isabel tan poco dispuesta a departir con aquél el buen humor, que al dirigirle él ciertas preguntas sobre la manera como había pasado el tiempo en Hunsford, dijo ella que el coronel Fitzwilliam y Darcy habían permanecido tres semanas en Rosing, y le preguntó si conocía al primero.

Wickham pareció sorprendido, molesto, alarmado; mas, repuesto al punto y con cierta sonrisa, contestó que le había visto antes a menudo; y después de afirmar que era hombre muy caballeroso, le preguntó a ella si le gustaba. La respuesta de Isabel fué entusiasta en su favor; y, con aire de indiferencia, añadió él poco después:

—¿Cuánto ha dicho usted que estuvo él en Rosings?

—Cerca de tres semanas.

—¿Y le veía usted con frecuencia?

—Sí, casi todos los días.

—Sus modales son bien diferentes de los de su primo.

—Sí, muy diferentes. Pero yo creo que el señor Darcy gana cuando se le trata.