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como marido. Siempre la había observado con pena; mas, respetuosa con su talento y agradecida a su afectuoso modo de tratarla, procuraba olvidar lo que no podía pasar por alto, desechando de su pensamiento aquella continua infracción de los deberes conyugales y del decoro, que, por el hecho de exponer a su esposa al desprecio de sus propias hijas, era tan grandemente reprensible. Nunca empero había sentido con tanta fuerza como al presente los daños que puede causar a los hijos un matrimonio tan incongruente, ni nunca se había percatado tanto de los peligros que derivan de tan errada dirección del talento; talento que empleado debidamente habría conservado por lo menos la respetabilidad de las hijas, aunque no bastase para aumentar el cacumen de la mujer.

Si bien es cierto que Isabel se alegró de la marcha de Wickham, no puede decirse que hallara motivo de satisfacción con la pérdida del regimiento. Sus salidas eran menos variadas que antes, y en casa tenía una madre y una hermana cuyas constantes quejas por el aburrimiento de cuanto las rodeaba entristecían su círculo doméstico; y aunque Catalina llegase a recobrar con el tiempo su ordinario ánimo cuando desapareciera lo que perturbaba su cerebro, su otra hermana, de cuyo modo de ser era dado prever mayores daños, parecía haberse curtido en la locura y en el descaro y se encontraba en situación de duplicado peligro, como eran un punto de baños y un campamento. En resumidas cuentas, tocaba ahora lo que ya antes viera alguna