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vez: que un acontecimiento por el que tanto había suspirado no podía, al verlo realizado, proporcionarle toda la dicha que se había prometido con él. Era preciso por tanto señalar otros límites para el comienzo de su felicidad, tender a otro punto al cual quedasen ligados sus deseos y esperanzas, y que proporcionándole placer anticipado la consolase del presente y la preparase para otro disgusto. Su excursión a los Lagos era ahora el objeto de sus más caros pensamientos; resultaba su mayor consuelo en las horas molestas, que hacían inevitables el descontento de su madre y de Catalina, y de haber podido incluir a Juana en el plan, éste habría quedado perfecto en todas sus partes.

—Es una suerte—pensaba que tenga algo que desear. Si todo fuera completo, mi disgusto sería seguro. Mas ahora, al cargar con la incesante fuente de pena consistente en la separación de mi hermana, puedo razonablemente pensar que todas mis esperanzas de placer quedarán colmadas. Un proyecto en que la totalidad de sus partes promete gozo, jamás puede obtener buen éxito, y el disgusto general se salva sólo gracias a algún detalle molesto.

Al marcharse Lydia prometió escribir muy a menudo y con mucho detalle a su madre y a Catalina; mas sus cartas se hicieron esperar siempre largo tiempo, y todas fueron breves. Las dirigidas a su madre contenían poco más que la participación de que acababan de regresar de la sala de lectura, donde tales y cuales oficiales las habían saludado y donde había visto tan bella decoración que la