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perfectas. Mas ¿cómo hiciste para decirnos que era tan desagradable?

Isabel se disculpó lo mejor que supo: dijo que al encontrarle en Kent le había gustado más que con anterioridad, y que nunca le había hallado tan complaciente como en este día.

—Acaso sea algo caprichoso en su cortesía—dijo el tío. Vuestros grandes hombres lo son a menudo. Por eso no le tomaré la palabra en lo referente a la pesca, no sea que cambie de opinión otro día y me notifique que salga de la finca.

Isabel comprendió que habían confundido en absoluto su carácter, pero no dijo nada.

—De lo que hemos visto en él—continuó la señora de Gardiner—no habría pensado en verdad que se portara con nadie tan mal como lo ha hecho con Wickham: no tiene aspecto de desnaturalizado. Por el contrario, hay en su voz algo agradable cuando habla. Y también hay algo de dignidad en su porte que a nadie daría desfavorable idea de su corazón. Pero la buena mujer que nos enseñó la casa le atribuía carácter más ardiente. Apenas podía yo entonces evitar el reírme para mis adentros alguna vez. Mas será que es amo liberal, y a los ojos de una sirvienta eso comprende todas las virtudes.

Isabel se sintió con esto llamada a decir algo en defensa del proceder de Darcy con Wickham; y así, dióles a entender con el mayor miramiento que le fué posible que, por lo oído a los parientes de él en Kent, sus actos podían interpretarse de muy diferente modo, y que ni su carácter era tan malo