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ni el de Wickham tan bueno como se había creído en el condado de Hertford. En confirmación de lo dicho refirióle las particularidades de todas las transacciones pecuniarias en que habían tomado parte, sin mencionar la fuente de donde las tomaba, mas afirmando que eran tales como las dejaba referidas.

La señora de Gardiner quedó sorprendida e interesada con todo eso; mas como en aquel momento se iban acercando al teatro de sus pasados placeres, todas estas ideas cedieron al encanto de sus recuerdos, estando sobrado ocupada en señalar a su marido todos los interesantes puntos que les rodeaban, para pensar en otra cosa. Así que, aun fatigada como había quedado por el paseo del día, no bien hubieron comido, salieron de nuevo en busca de antiguas relaciones, y se pasó la velada entre las satisfacciones de un trato renovado tras muchos años de interrupción.

Los acontecimientos del día habían sido demasiado interesantes para permitir a Isabel mucha atención a ninguno de esos nuevos amigos, y no pudo sino pensar con asombro en la amabilidad de Darcy, y más aún en el deseo de éste de que conociera a su hermana.


CAPITULO XLIV

Isabel había calculado que Darcy llevaría a su hermana a visitarla al día siguiente de llegada, y,