Página:Orgullo y prejuicio - Tomo I (1924).pdf/108

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
106
 

Tras algunos minutos de reflexión prosiguió, con todo, ella:

—Recuerdo que se jactaba un día en Netherfield de lo implacable de sus sentimientos, de tener un carácter que no perdonaba. Su natural debe ser terrible.

—No he de exponer mi opinión —replicó Wickham—; es difícil que pueda ser yo justo con él.

Isabel meditó de nuevo para sus adentros, y tras algún tiempo exclamó:

—¡Tratar de semejante manera al ahijado, al amigo, al favorito de su padre! Y pudiera haber añadido: «A un joven, además, como usted, cuyo solo aspecto garantiza la amabilidade; pero se limitó a decir: —Y a uno, además, que acaso haya sido su compañero de la niñez, unido con él, según creo que usted ha dicho, del modo más íntimo.

—Habíamos nacido en la misma parroquia, dentro del mismo parque; la mayor parte de nuestra juventud la pasamos juntos, viviendo en la misma casa, participando de los mismos juegos, siendo objeto de los mismos cuidados paternales. Mi padre comenzó por la profesión en que parece que su tío de usted, el señor Philips, ha alcanzado tan subido crédito; pero prescindió de todo para ponerse a la disposición del señor Darcy, y consagró todo su tiempo al cuidado de la propiedad de Pemberley. Era sumamente estimado del señor Darcy, su muy íntimo y confidencial amigo. El propio señor Darcy reconoció a menudo que estaba muy obligado al celo y a la actividad de mi padre, y cuando, poco