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la que me refirió la noche pasada: nombres, hechos, todo citado sin rodeos. Si eso no es así, que lo refute el señor Darcy. Además, la verdad le salía por los ojos.

—Es cosa en verdad dificultosa, es caso angustioso. No se sabe qué pensar.

—Perdona: se sabe con exactitud lo que se debe pensar.

Pero Juana podía dar por cierta sólo una cosa: que si Bingley estaba enterado de eso sufriría mucho cuando el asunto se hiciese público.

Las dos señoritas fueron sorprendidas en el plantío, donde se habían estado comunicando, por la llegada de algunas de las mismas personas de quienes hablaban, de Bingley y sus hermanas. Venían a invitarlas personalmente para el baile de Netherfield, esperado desde hacía tiempo, que se había fijado para el próximo martes. Las dos señoras se congratularon de volver a ver a su amiga; dijeron que hacía un siglo que no se veían, y le preguntaron como de pasada qué había hecho desde su separación. Al resto de la familia dedicaron escasos cumplidos, huyendo de la señora de Bennet todo lo posible y hablando poco a Isabel y nada a las demás.. Pronto se marcharon, levantándose de sus asientos con una prontitud que sorprendió al hermano y atropellándose cuanto les fué dable para librarse de las cortesías de la señora de Bennet.

La perspectiva del baile de Netherfield fué por extremo grata a todo el elemento femenino de la familia. La señora de Bennet dió en considerarlo como Orgullo y prejuicio.—T. I.