Página:Orgullo y prejuicio - Tomo I (1924).pdf/116

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
114
 

un obsequio dedicado a su hija mayor, y se jactaba de modo especial de haber recibido la invitación del propio Bingley y no por medio de ceremoniosa tarjeta. Juana fantaseaba una velada feliz con la sociedad de sus amigas y las atenciones del hermano, e Isabel pensaba con deleite en bailar mucho con Wickham y en ver la confirmación de toda la consabida historia en las miradas y conducta de Darcy. La dicha que se prometían Catalina y Lydia era más independiente de determinados sucesos y de personas determinadas en particular, porque aunque ambas, lo mismo que Isabel, pensaban bailar con Wickham la mitad de la noche, no era él de ningún modo la única pareja que podía satisfacerlas, y de todos modos, un baile era un baile. Aun María pudo asegurar a su familia que no le desagradaba.

—Mientras pueda tener para mí las mañanas —dijo ella— es suficiente. No reputo sacrificio unir con eso, en ocasiones, invitaciones para veladas. La sociedad nos reclama a todos, y me tengo por una de las que consideran apetecibles para todo el mundo los intervalos de recreo y diversión.

El espíritu de Isabel estaba en aquellos momentos tan dedicado a esa fiesta que, aun no hablando a menudo a Collins sin necesidad, no pudo evitar el preguntarle si proyectaba aceptar la invitación de Bingley y si tendría por adecuado a él el concurrir a esa diversión; y quedó más sorprendida que otra cosa al encontrarse con que no abrigaba escrúpulo ninguno en cuanto a ese punto, hallándose muy le-