Página:Orgullo y prejuicio - Tomo I (1924).pdf/125

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
123
 

Supongo, pues, que será usted muy cauto en hacerlos brotar.

—Lo soy —dijo con voz firme.

—Y nunca se permite usted cegarse por algún prejuicio?

—Creo que no.

—Los que jamás cambian de opinión deben asegurarse de juzgar bien al principio.

—¿Puedo preguntar a qué tienden esas preguntas?

—Sencillamente a que desentrañen el carácter de usted —repuso ella tratando de reprimir su gravedad—. Estoy ensayando a descifrarlo.

—Y ¿cuál es el resultado que obtiene usted? Ella sacudió la cabeza.

—No consigo descifrarlo de ningún modo. Oigo tan encontradas opiniones sobre usted que me quedo grandemente confusa.

—Reconozco —contestó él con gravedad— que las opiniones sobre mí variarán mucho, y desearía, señorita de Bennet, que no esbozase usted ahora mi carácter, pues hay razones para pensar que su obra no obtendría crédito de nadie.

—Es que si ahora no le saco a usted el parecido no tendré otra ocasión de hacerlo.

—No querría de modo alguno dilatar ese gusto de usted —replicó él fríamente.

Ella no habló más, y terminado el número de baile se separaron en silencio, disgustados ambos, aunque no en igual grade, porque en el pecho de Darcy anidaba un poderoso sentimiento hacia ella,