Página:Orgullo y prejuicio - Tomo I (1924).pdf/13

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
11
 

—Espero que le gustaré al señor Bingley, Isabel.

—No llevamos camino —arguyó la madre con sentimiento— de conocer los gustos del señor Bingley, puesto que no le visitamos.

—Por lo visto olvidas, mamá —dijo Isabel—, que le encontraremos en las reuniones públicas y que la señora de Long ha prometido presentárnoslo.

—No creo que la señora de Long haga tal cosa. Tiene dos sobrinas, es egoísta, hipócrita, y no tengo de ella buena opinión.

—Tampoco la tengo yo —añadió el señor Bennet—, y me congratulo de que no dependas de sus servicios.

La señora de Bennet no replicó; pero, incapaz de contenerse, principió a regañar a sus hijas.

—¡No tosas así, Catalina, por Dios! Compadécete un poco de mis nervios. Los desgarras a pedazos.

—Catalina no tose discretamente—dijo el padre—; no lo hace con oportunidad.

—No toso por divertirme —replicó Catalina con mal humor—. ¿Cuándo es tu primer baile, Isabel?

—De mañana en quince días.

—Así es —exclamó su madre—, y la señora de Long no regresa hasta el día anterior; de modo que le será imposible presentárnoslo, porque ella misma no le conocerá.

—Entonces, querida, puedes adelantarte a tu amiga presentándole tú al señor Bingley.

—Imposible, Bennet, imposible, porque yo tampoco le conoceré. ¿A qué me atormentas así?

—Celebro tu circunspección. Quince días de re-