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«Hunsford» y «lady Catalinas». Molestábale verle en berlina ante semejante persona. Darcy observaba a su interlocutor con gran sorpresa, y cuando éste por fin le dió lugar para hablar, contestó con aire de fría cortesía. Pero Collins no se desanimó, y habló de nuevo, y el desprecio de Darcy pareció subir de punto con lo largo del segundo discurso, y así, al final no hizo sino una ligera inclinación y se marchó a otro sitio. Entonces Collins volvió hacia Isabel.

—Te aseguro —le dijo— que no tengo motivos para quedar descontento del recibimiento. El señor Darcy parecía muy complacido por mi atención. Me ha contestado con la mayor finura, haciéndome hasta el cumplido de decir que estaba tan convencido del buen juicio de lady Catalina que daba por seguro que jamás dispensaría un favor sin que se mereciera. Esa ha sido en verdad una idea hermosa. En resumen, quedo muy satisfecho de él.

Como Isabel no tenía el menor interés en proseguir, consagró su atención casi por entero a su hermana y a Bingley; y el cúmulo de reflexiones agradables a que dieron nacimiento sus observaciones la hicieron casi tan dichosa como a Juana. Viola con la imaginación establecida en aquella misma casa, con cuantas dichas podía proporcionar un matrimonio de verdadera inclinación, y se sintió capaz en tales circunstancias hasta de procurar que le agradasen las dos hermanas de Bingley. Con facilidad adivinó que los pensamientos de su madre iban por el mismo camino, y determinó no