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concertada, e Isabel, entristecida por ella y por las frases de su padre, pensó que su ansiedad no había resultado provechosa. Otras personas de la reunión se dedicaron entonces a la música.

―Si yo ―dijo a la sazón Collins― tuviera la fortuna de ser apto para el canto, estoy seguro de que me gustaría mucho obligar a la concurrencia ejecutando algún aire, porque considero que la música es una distracción inocente y en absoluto compatible con la profesión de clérigo. Mas no puedo afirmar que podamos justificar el empleo de parte de nuestro tiempo con la música, porque tenemos en verdad otras cosas a que atender. El rector de una parroquia tiene mucho que hacer. En primer lugar, ha de calcular un ajuste de los diezmos que, siendo beneficioso para sí, no sea gravoso para su patrono. Ha de escribir sus sermones, y el tiempo que le reste no será excesivo para los deberes de su parroquia y para el cuidado y mejora de los habitantes de la misma, cuya vida no puede excusarse de hacer todo lo confortable que se pueda. Y no tengo por cosa de poca monta el que posea modales atentos y conciliadores con todo el mundo, en especial con aquellos a quienes es deudor de su presentación. No puedo dispensarle de semejante deber ni pensar bien de quien prescinda de cualquiera ocasión que se ofrezca de testimoniar sus respetos a cualquier pariente de la familia.

Y con una reverencia a Darcy acabó su discurso, el cual fué pronunciado en voz tan alta que lo oyó la mitad del salón. Unos quedaron mirándose, otros