Página:Orgullo y prejuicio - Tomo I (1924).pdf/144

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
142
 

más encomiásticos de tu modestia, economía y demás amables cualidades.

―En verdad, Collins, que el elogio mío será innecesario. Permíteme juzgar por mí misma y hazme el favor de creer cuanto te digo. Deséote muchas felicidades y riquezas, y al rehusar tu mano hago cuanto puedo para que lo consigas. Al hacerme el ofrecimiento has satisfecho la delicadeza de tus sentimentos con relación a mi familia, y podrás tomar posesión del vínculo de Longbourn cuando llegue el caso sin reprocharte nada. Por tanto, este punto debe quedar como definitivamente resuelto.

Y levantándose en cuanto se hubo expresado así, habría abandonado la estancia si Collins no se le hubiera de nuevo dirigido:

―Cuando próximamente tenga el honor de hablarte de nuevo sobre este asunto espero recibir contestación más favorable que la que me has dado ahora; aunque bien lejos estoy de tenerte hoy por cruel, pues sé bien que es costumbre establecida en tu sexo el rechazar a los hombres a las primeras de cambio, y quizá hayas dicho todo eso para animarme a proseguir, en cuanto el obrar de esa manera sea compatible con la delicadeza del carácter femenil.

―La verdad, Collins ―exclamó Isabel con algún calor―, me confundes en demasía. Si lo que he dicho hasta ahora puede tener para ti aspecto de excitación, no sé cómo expresar mi repulsa de modo tal que te convenza de que lo es.