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―Querida ―replicó él―, callémonos para siempre en cuanto a ese asunto. Muy lejos estoy ―continuó luego con acento que denotaba su disgusto― de resentirme por la conducta de tu hija. Es deber de todos resignarnos ante los males inevitables, y deber especial de un joven tan afortunado como yo he sido con mi temprana promoción, y confío en resignarme. Acaso con no honrarme con su mano mi bella prima no haya disminuído mi positiva felicidad, y he observado a menudo que la resignación nunca es tan completa como cuando la dicha negada comienza a perder en nuestra estimación algo de su valor. Espero que no supondrás que falto a la consideración a tu familia, querida mía, porque renuncie a mis planes sobre tu hija sin haceros el cumplido a ti y al señor Bennet de pediros que interpongáis vuestra autoridad en mi apoyo. Temo que a mi proceder pueda deberse el haber recibido la despedida de labios de vuestra hija en vez de los vuestros; pero todos estamos sujetos a error. Seguro estoy de haber pensado bien en este asunto. Mi objeto era procurarme una compañera amable con la debida consideración a ciertas ventajas para toda vuestra familia, y si mi proceder ha sido reprensible, os suplico que me excuséis.

CAPITULO XXI

Las discusiones sobre el ofrecimiento de Collins tocaban ya a su término, e Isabel tuvo sólo que