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lló a su regreso en preguntas tan directas que requería alguna destreza el evadirlas, y por otra parte, tenía que ejercitar él su abnegación al callar, pues estaba impaciente por publicar su éxito amoroso.

Como iba a ponerse en viaje a la mañana siguiente demasiado temprano para ver a nadie de la familia, la ceremonia de la despedida se anticipó al momento en que las señoras iban a acostarse, y la señora de Bennet, con gran cortesía y cordialidad, le expresó cuán felices serían en verle en Longbourn de nuevo en cuanto sus otros compromisos le permitieran visitarlas.

―Querida ―replicó―, esta invitación es de agradecer en especial, ya que no esperaba recibirla; y puedes estar segura de que me aprovecharé de ella tan pronto como me sea posible.

Todos se quedaron asombrados, y el propio señor Bennet, que de ningún modo deseaba tan rápido regreso, dijo al punto:

―Mas ¿no lleva eso riesgo de la desaprobación de lady Catalina? Mejor será que olvides a tus parientes antes que exponerte a ofender a tu patrona.

―Querido ―replicó Collins―, quedo en particular reconocido a ti por esa advertencia amigable, y puedes contar con que no daré un paso así sin que en ello intervenga Su Señoría.

―Nunca pecarás por exceso en obrar de esa suerte. Aventura cualquier cosa antes que disgustarla; y si crees que existen probabilidades de que el disgusto se ocasione por volver aquí, cosa que