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marchar a la capital al día siguiente, y en consecuencia no podía aceptar el honor de su invitación, etcétera.

La señora de Bennet quedó por completo desconcertada. No podía imaginar qué asuntos podría tener en la capital tan poco después de su llegada al condado de Hertford, y comenzó a temer que habría de estar siempre de un lado para otro y jamás fijo en Netherfield, como era debido. Lady Lucas aquietó sus temores exponiendo la conjetura de que fuera a Londres sólo para traer numeroso acompañamiento al baile; y se corrió la noticia de que Bingley iba a llevar consigo a la reunión a doce señoras y siete caballeros. Las muchachas se afligieron con semejante número de señoras; pero el día anterior al baile calmáronse oyendo que en vez de doce sólo había traído de Londres seis: sus cinco hermanas y una prima; y cuando la partida penetró en la sala de la reunión constaba no más que de cinco personas en conjunto: Bingley, sus dos hermanas, el marido de la mayor y otro joven.

Bingley tenía bueno y caballeroso aspecto, fisonomía agradable y fáciles y no afectados modales. Sus hermanas eran personas distinguidas y muy a la moda. Su cuñado, el señor Hurst, no pasaba de semejar un caballero; pero su amigo el señor Darcy atrajo pronto la atención de la sala por su fina persona, su talle, sus bellas facciones y noble aire, y en cinco minutos se extendió la noticia de que poseía diez mil libras anuales. Los caballeros