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propios hijos, y todo en favor de Collins! ¿Por qué ha de poseerla mejor que nadie?

—Lo dejo a tu consideración—dijo el señor Bennet.


CAPITULO XXIV

La carta de la señorita de Bingley llegó y puso término a las dudas. Ya la primera frase comunicaba que se habían establecido todos en Londres para. pasar el invierno, y la conclusión expresaba el pesar del hermano por no haber tenido tiempo, antes de abandonar el campo, de ofrecer sus respetos a sus amigos del condado.

Las esperanzas habían desaparecido por completo, y aunque Juana leyó el resto de la carta, halló en la misma pocas cosas, fuera de la profesión de afecto de quien le escribía, que pudieran servirle de algún alivio. El clogio de la señorita de Darcy ocupaba gran parte de la misiva. Insistíase de nuevo sobre sus numeroses atractivos, y Carolina se jactaba gozosa de lo creciente de su intimidad con ella, aventurándose a predecir el cumplimiento de los deseos suyos ya revelados en la carta primera. Participaba también con gran regocijo que su hermano era íntimo de la casa de Darcy, y mencionaba con entusiasmo ciertos planes del último relativos a nuevo ajuar.

Isabel, a quien Juana comunicó muy pronto lo capital de todo ello, lo escuchó con silenciosa indignación. Su corazón estaba dividido entre la in-