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por seguro que el señor Bingley no se movería sin él.

—Tanto mejor; de ese modo, espero que jamás se encontrarán. Pero ¿se escribirá Juana con la hermana de él? Porque es seguro que no hará nada por que nos visitemos.

—Perderá por completo su relación.

Mas a pesar de la seguridad que Isabel afectaba en lo tocante a ese punto, como en el de que se viese Bingley impedido de encontrar a Juana, convencióse tras maduro examen de que el caso que imaginaba no lo consideraba como improbable. Era posible, y a veces lo juzgaba verisímil, que el afecto de Bingley se reanimara y luchara contra la influencia de sus amigos con la influencia, más natural, de los atractivos de Juana.

Esta aceptó gustosa la invitación de su tía; y al hacerlo, los Bingley sólo estaban en su pensamiento en cuanto esperaba que, por no vivir Carolina en la misma casa de sus hermanas, podría alguna vez pasar una mañana con ella sin peligro de encontrarse con él.

Los Gardiner permanecieron en Longbourn una semana; y entre los Philips, los Lucas y los oficiales no se pasó un día sin convidados. La señora de Bennet había cuidado tan bien de entretener a sus hermanos, que jamás se habían sentado a comer solos en familia. Cuando el convite era en la casa, siempre concurrían al mismo algunos oficiales, entre los cuales era Wickham imprescindible; y la señora Gardiner, puesta en guardia por los calurosos elogios