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Darcy se hablaba en sus comienzos como de muchacho orgulloso y malo.


CAPITULO XXVI

La señora de Gardiner hizo a Isabel la advertencia susodicha, puntual y bondadosamente, en la primera ocasión favorable para hablarle a solas. Tras de exponerle con calma su pensamiento, le dijo así:

—Eres, Isabel, muchacha sobrado razonable para enamorarte sólo por haber sido advertida en contra, y por eso no temo hablarte sin rodeos. Dígote en serio que quería verte en guardia. No te enredes o trates de enredarte en un afecto a que puede hacer tan imprudente la carencia de fortuna. Nada tengo que decirte contra él; es joven muy interesante, y si poseyera la posición que debiera poseer, juzgaría que no lo podrías hacer mejor. Pero tal como es, debes huir de que tu imaginación te arrebate. Estás dotada de buen sentido y todos esperamos que lo emplees. Segura estoy de que tu padre confía en tu firmeza y buena conducta. No debes darle un chasco.

—Querida tía, eso va siendo serio de veras.

—Sí, y supongo que te hará seria a ti también.

—Bien; pues no tienes que alarmarte. Cuidaré de mí misma y de Wickham. No se enamorará de mí si puedo impedirlo.

—Isabel, no hablas en serio ahora.