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bel comprendió que debía aguardar a su visita allá para conocer lo demás.

A todo esto Juana había enviado unas líneas a su hermana anunciándole su feliz arribo a Londres, y cuando volvió a escribir, creyó Isabel que podría decirle algo de los de Bingley.

La impaciencia por esta segunda carta fué recompensada como suele serlo siempre la impaciencia. Juana llevaba una semana en la capital sin ver a Carolina ni oír de ella. Explicábaselo no obstante suponiendo que su última carta a su amiga desde Longbourn se hubiese perdido por una casualidad.

«Mi tía—continuaba—irá mañana a aquella parte de la población y tendré ocasión de visitar la calle de Grosvenor.»

Escribió de nuevo después de hecha la visita en que vió a la señorita de Bingley. «No encontré a Carolina de buen humor, pero se alegró mucho de verme, reprochándome no haberle dado noticia de mi llegada a Londres. Estaba en lo cierto: mi última carta no la había recibido. Luego, como era natural, pregunté por su hermano. Estaba bien, mas tan ocupado con el señor Darcy, que apenas le veía. Me encontré con que la señorita de Darcy era esperada a comer; deseo poder verla. Mi visita no fué larga, pues Carolina y la señora de Hurst tenían que salir. Supongo que en breve las tendré por aquí.»

Isabel movió la cabeza al leer esa carta. Se convenció con ella de que sólo por casualidad podría