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hacerse de la casa, mas no con seguridad. Haremos mejor en no hablar de eso. Me complazco muchísimo en que hayas tenido tan halagüeñas noticias de nuestras amigos de Hunsford. Te ruego que los vayas a ver con sir Guillermo y María. Estoy convencida de que te encontrarás muy bien allí.—Tu...» Etcétera.

Esta carta apenó algo a Isabel; pero su espíritu se rehizo al considerar que Juana no se vería más engañada, por lo menos por la hermana. Toda esperanza relativa al hermano quedaba ahora desvanecida en absoluto. Ni siquiera deseaba que se renovasen sus atenciones. El carácter de él quedaba muy rebajado cuando se consideraba; y como castigo suyo, y además, a la vez, como ventaja posible de Juana, esperaba que en realidad pudiera casarse con la hermana de Darcy, ya que, según Wickham, eso le haría sentir en abundancia lo que había despreciado.

La señora de Gardiner recordó a Isabel por entonces su promesa referente al mencionado caballero, pidiendo noticias; e Isabel las tenía tales que pudieran contentar a la tía más que a sí propia. El aparente interés de él había desaparecido, sus atenciones habían acabado; admiraba a otra. Isabel vigilaba lo suficiente para verlo todo, y podía observarlo y escribir sobre ello sin verdadero pesar. Su corazón había sido herido sólo sutilmente, y su vanidad se veía satisfecha por creer haber sido ella la elegida de su corazón si la posición se lo hubiera permitido. La repentina adquisición de diez mil

Orgullo y prejuicio.—T. I.