Página:Orgullo y prejuicio - Tomo I (1924).pdf/202

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
200
 

efusiones sean menos insoportables que las de la generalidad de los viajeros.

CAPITULO XXVIII

Todo lo del día siguiente de viaje fué nuevo e interesante para Isabel. Su espíritu estaba satisfecho por haber visto a su hermana de tan buen aspecto que se habían desvanecido todos sus temores por su salud, y la perspectiva de un viaje por el Norte era para ella constante fuente de delicias.

Cuando cambiaron la carretera real por el camino de Hunsford, todas las miradas buscaban la abadía, y todos, a cada vuelta, esperaban tenerla a la vista. La empalizada del parque de Rosings era su límite por uno de los lados. Isabel sonrió recordando cuántas cosas había oído de sus habitantes.

Al cabo, la abadía llegó a distinguirse. El jardín, que se extendía hasta el camino; la casa que en él se alzaba; la verde empalizada; el seto de laurel: todo iba declarando que se acercaban. Collins y Carlota aparecieron a la puerta, en medio de los saludos y sonrisas de toda la partida, y el carruaje se detuvo ante una reducida entrada que a través de una pequeña alameda conducía a la casa. Al punto descendieron todos del coche, regocijándose mutuamente de verse. La señora de Collins dió la bienvenida a su amiga con el más vivo contento, e Isabel, el verse tan afectuosamente recibida, se halló por momentos más satisfecha de haber venido. Al ins-