Página:Orgullo y prejuicio - Tomo I (1924).pdf/205

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
203
 

y por el evidente agrado de Carlota, Isabel supuso que prescindía de él.

Había ya sabido ésta que lady Catalina seguía en el campo. Volvióse a hablar de la misma cuando estaban cenando, y Collins, sumándose a la conversación, dijo:

―Sí, Isabel; tendrás el honor de ver a lady Catalina de Bourgh el domingo próximo en la iglesia, y no he de decirte lo que te agradará. Es todo afabilidad y condescendencia, y no dudo de que serás honrada con alguna observación suya cuando termine el servicio religioso. Casi no abrigo dudas tampoco de que incluirá a ti y a mi hermana María en todas las invitaciones con que nos honre durante nuestra estancia aquí. Su proceder con mi cara Carlota es encantador. Comemos en Rosings dos veces por semana, y nunca nos permite que regresemos a pie. Siempre se pide el carruaje de Su Señoría para nosotros; mejor dicho, uno de los carruajes, porque tiene varios.

―Lady Catalina es en verdad una señora muy respetable y afectuosa ―añadió Carlota― y una vecina muy atenta.

―Muy cierto, querida; eso es justamente lo que yo digo. Es una mujer a quien jamás puede mirarse con deferencia excesiva.

La velada se empleó sobre todo en hablar del condado de Hersford y en repetir lo que ya se había comunicado por escrito, y cuando terminó, Isabel, en la soledad de su aposento, hubo de meditar sobre el grado de satisfacción de Carlota y reflexionar sobre