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desagradable; mas pronto hubo de oír muy diferente relación.

—¡Oh querido Bennet! —dijo en cuanto entró en el cuarto—. Hemos pasado una velada agradabilísima; ha resultado un baile admirable. Quisiera que te hubieses hallado allí. Juana ha sido tan admirada que no se ha visto cosa igual. Todo el mundo ha confesado lo bien que parecía, y el señor Bingley la ha encontrado bellísima y ha bailado con ella dos veces! Piensa en eso, querido: ¡ya ha bailado con ella dos veces!, siendo la única del salón a quien ha pedido el segundo baile. El primero lo pidió a la señorita Lucas. ¡Estaba yo tan contrariada de verle a su lado!; mas no le gustó nada, y es natural que no le gustase, tú lo sabes; al paso que pareció por completo entusiasmado con Juana cuando ésta salió a bailar. Por eso se informó de quién era; le fué presentado, y la comprometió para el número próximo de baile. Después bailó el tercero con la señorita de Long, y el cuarto con María Lucas, y el quinto otra vez con Juana, y el sexto con Isabel...

—Si hubiera tenido alguna compasión de mí —exclamó impaciente el marido— no habría bailado ni la mitad. ¡Por Dios, no me hables más de sus parejas! ¿Por qué no se habrá lastimado en el primer baile?

—¡Oh querido mío —continuó la señora de Bennet—, estoy satisfechísima de él! Es sobremanera guapo, y sus hermanas son encantadoras. No he visto en mi vida nada más elegante que sus vestidos. Creo que el vestido de la señora de Hurst...