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Aquí fué interrumpida de nuevo; el señor Bennet protestó contra toda descripción de adornos. Vióse por ende obligada a tocar otra parte del tema y relató con gran amargura y algo de exageración la ofensiva rudeza de Darcy.

—Pero te aseguro —añadió— que no pierde ella mucho con no ser de su gusto, porque es persona muy desagradable, feo, y que de ningún modo puede gustar; tan altanero y vano, que no había allí quien le pudiera aguantar. Se paseaba de acá para allá creyéndose muy importante. ¡Que no es bastante guapa para bailar con él! Querría que hubieses estado allí, querido mío, para haberle dado una de tus lecciones. Le detesto por completo.

CAPITULO IV

Cuando Juana e Isabel quedaron solas, la primera, que antes había sido cauta en su elogio de Bingley, expresó a su hermana cuánto le admiraba.

—Es exactamente lo que debe ser un joven —le dijo—: sencillo, vivo, de buen humor, y nunca vi tan finos modales, tanto desembarazo, tan exquisita educación.

—Es guapo —añadió Isabel—, lo cual también debe ser un joven, si es posible. Es por consiguiente completo.

—Me envanecí con que me sacase a bailar por segunda vez. No esperaba semejante cumplido.

—¿No? Pues yo lo esperaba. Sino que hay gran