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a los demás. En los intervalos de su conferencia con la señora de Collins dirigió varias preguntas a María e Isabel, pero en especial a la última, de cuyas relaciones ella sabía menos, y de quien dijo a la señora de Collins que era muchacha muy gentil y agradable. Preguntóle en diferentes veces cuántas hermanas tenía, si eran mayores o menores que ella, si alguna estaba para casarse, si eran guapas, si habían sido bien educadas, de qué talante era su padre, y cuál había sido el apellido de su madre de soltera. Isabel comprendía la impertinencia de sus preguntas, mas contestó a ellas con mucho reposo. Lady Catalina observó entonces:

―Creo que la propiedad de su padre de usted está vinculada a favor del señor Collins. Por usted ―dijo volviéndose a Carlota― lo celebro; pero por lo demás, no veo motivo para vincular estados fuera de la línea femenina. No fué eso juzgado preciso en la familia de sir Luis de Bourgh. ¿Toca usted o canta, señorita de Bennet?

―Un poco.

―¡Ah! Entonces, un rato u otro tendremos el gusto de escucharla a usted. Nuestro piano es excelente; probablemente superior al... Algún día lo probará usted. Y sus hermanas de usted, ¿tocan y cantan?

―Una de ellas lo hace.

―¿Por qué no han aprendido todas? Todas debieran haber aprendido. Las señoritas de Webbs tocan todas y sus padres no poseen tan buenos ingresos como los de ustedes. ¿Dibujan ustedes?