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teria de educación nada se consigue sin instrucción sólida y ordenada, y sólo una institutriz puede darla. Causa maravilla ver las muchas familias a quienes he proporcionado medio de servirse de ellas. Siempre me agrada colocar bien a una joven. Cuatro sobrinas de la señora Jenkinson están colocadas muy a gusto por mí, y el otro día mismo recomendé a otra joven de quien por casualidad se me habló, y la familia está complacidísima con ella. Señora de Collins, ¿he dicho a usted que estuvo ayer lady Metcalfe para darme las gracias? Tiene a la señorita Pope por un tesoro. «Lady Catalina ―me dijo―, me ha dado usted un tesoro.» ¿Ha salido al mundo alguna de sus hermanas menores, señorita de Bennet?

―Sí, señora, todas.

―¡Todas! ¡Cómo!, ¿las cinco a la vez? ¡Es muy singular! Y usted es la segunda. ¡Las menores, lanzadas antes de casadas las mayores! ¿Las hermanas menores de usted deben ser muy jóvenes?

―Sí; la menor aun no tiene diez y seis años. Acaso sea demasiado joven para estar en sociedad. Pero, en realidad, señora, estimo que sería muy duro para las menores que careciesen de algo de sociedad y de entretenimientos porque las mayores no poseyesen medios o inclinación para casarse pronto. La nacida última tiene tanto derecho como la primera a los placeres de la juventud. ¡Y demorarlos por ese motivo! Creo que eso no sería muy a propósito para promover el cariño fraternal ni la delicadeza de pensamientos.