Página:Orgullo y prejuicio - Tomo I (1924).pdf/217

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
215
 

a sí misma. Collins se ocupaba en recalcar cuanto Su Señoría decía, en darle las gracias cuando ganaba y en excusarse si creía que la ganancia era con exceso. A sir Guillermo no se le oía mucho; no hacía sino traer a su memoria anécdotas y nombres de personajes.

Cuando lady Catalina y su hija hubieron jugado lo que deseaban quitáronse las mesas y se ofreció a los señores de Collins el coche, que fué aceptado con gratitud y pedido al punto. La reunión entonces se congregó junto al fuego, para oír a lady Catalina el tiempo que iba a hacer al día siguiente. En eso se hallaban cuando se les avisó la llegada del coche, y con muchos discursos de gracias por parte de Collins y muchas reverencias por la de sir Guillermo se marcharon. En cuanto salieron de la puerta, Isabel fué invitada por su primo para dar su opinión sobre lo visto en Rosings, a lo cual, en atención a Carlota, ella se prestó, haciéndolo más favorablemente que lo sentía. Mas su elogio, por más trabajo que le costara, no pudo satisfacer de ningún modo a Collins, quien pronto se vió obligado a tomar por su cuenta el elogio de Su Señoría.

CAPITULO XXX

Sir Guillermo permaneció sólo una semana en Hunsford; pero su visita fué suficiente para convencerle de que su hija estaba muy bien colocada y de que poseer tal marido y semejante vecindad no eran