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tado durante algún tiempo sin hablar palabra con nadie. A la postre, no obstante, su cortesía alcanzó a preguntar a Isabel sobre la salud de su familia. Contestóle ella en términos corrientes, y después de un momento de silencio anadió:

―Mi hermana mayor ha pasado en la capital estos tres meses. ¿No se ha dado el caso de que la viese usted allí?

Sabía perfectamente que no la había visto; mas prefería notar si revelaba conocimiento de lo ocurrido entre los Bingley y Juana, y le pareció que semejaba estar algo confuso al responder que jamás había sido tan afortunado que encontrase a la señorita de Bennet. El tema no se prosiguió, y los caballeros se fueron poco después.

CAPITULO XXXI

Los modales del coronel Fitzwilliam fueron muy elogiados en la abadía, y las señoras todas comprendieron que él habría de añadir considerable agrado al de las invitaciones a Rosings. Con todo, pasaron algunos días antes de que recibieran convite para ir allí, porque mientras hubiera huéspedes en la casa podrían ellos no ser precisos; y no fué sino el día de Pascua, una semana después de la llegada de los caballeros, cuando se vieron honrados con semejante atención, y aun entonces se les hizo saber, al salir de la iglesia, que fueran por la tarde.